top of page

BÚSQUEDA POR TAGS: 

POSTS RECIENTES: 

SÍGUEME:

  • Facebook - Grey Circle

Gastar la vida

  • Cristian Peralta, SJ
  • 17 mar 2018
  • 4 Min. de lectura

Homilía 5to. Domingo de Cuaresma – Ciclo B

Lecturas: Jer 31, 31-34; Sal 50; Hb 5, 7-9; Jn 12, 20-33

Hay una palabra que ha ido desapareciendo poco a poco de nuestro vocabulario religioso, algunos la consideran anticuada, otros de una teología cruel, otros muchos dicen que no conecta con las nuevas generaciones… Esa palabra es sacrificio. Sacrificio significa “acto de abnegación, es decir, de renuncia de los propios deseos o intereses, inspirado por la impetuosa fuerza del amor”. Hoy Jesús nos habla en el evangelio de su sacrificio, de su entrega amorosa por toda la humanidad, con una imagen sencilla pero elocuente, dice: si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda infecundo; pero si muere, da mucho fruto. Jesús no habla de éxito, ni de followers, ni de likes, habla de muerte, renuncia, sacrificio y frutos. Habla de que la fecundidad de la vida, de que su sentido más pleno, se juega en su entrega generosa. En muchas ocasiones la renuncia a la comprensión de esa dimensión sacrificial de la fe es fruto de tres tentaciones de nuestra cultura actual.

La primera tentación dice más o menos así: “a menor profundidad mayor felicidad”. Es decir, mientras menos mire mi interior, mientras menos conozca el sufrimiento de este mundo, más feliz seré. Es la tentación de la evasiva superficialidad, de andar por la vida ignorando lo que ocurre en mí mismo y en los demás. Es dejarnos envolver por el estéril escudo de la indiferencia, que no nos permite reconocer lo que se gesta de vida en nuestro interior ni descubrir lo que se genera de justicia y esperanza en medio de este mundo. La propuesta de Jesús es la de tocar tierra, la de mirar la realidad y adentrarse en ella. Quien se encapsula en sí mismo, protegiéndose de su propia realidad y la de este mundo, es incapaz de dar fruto, de compartir lo que tiene y puede, es incapaz de amar. Hemos de optar por la profundidad, por el reconocimiento de la realidad propia y la de este mundo, para que así podamos ganar en autenticidad, en justicia, en fraternidad.


La segunda tentación es la de amar sin entrega, sin renuncia, sin sacrificio. Dice san Ignacio de Loyola en los Ejercicios Espirituales: el amor consiste en comunicación de las dos partes, es a saber, en dar y comunicar el amante al amado lo que tiene o de lo que tiene o puede, y así por el contrario, el amante al amado [231]. El amor es comunicación de toda mi persona a esa otra a quien amo, y viceversa. El amor sin entrega no es auténtico, es simplemente búsqueda egoísta de mí mismo, de mis propios placeres y caprichos, por lo que es infecundo. La vida se juega en mi capacidad de amar, de entrar en conexión profunda con otras personas de tal manera que pueda comunicar lo que soy en mi más honda autenticidad y recibir la riqueza de la vida de los demás, y así nos vamos ayudando a crecer y hacemos de nuestra vida compartida un terreno donde la vida fraterna y la justicia florezcan.


La tercera tentación es la de reservarnos la vida. La de guardar nuestros dones y talentos para nuestro propio beneficio o simplemente por temor a perderlos envueltos en una falsa prudencia. La vida es demasiado corta para no vivirla desde la entrega, desde la fraternidad, desde el deseo profundo de que mi paso por la vida de los demás sea fecundo. Antes se decía que el ciclo de la vida era nacer, crecer, reproducirse y morir. La vida humana es más que eso, es más que un ciclo sin sentido. La vida plenamente humana está marcada por un hilo de amor que la hace fecunda, que nos hace reconocernos creaturas de Dios, que nos lanza al encuentro con los demás posibilitándonos el crecer, que nos hace gestar vida en los ambientes que nos rodean, y así, al final de nuestros días, cuando nos encontremos con el creador podamos mostrar nuestro corazón lleno de nombres, lleno de las personas que hemos amado. Eso es vida verdadera, vida que se ha entregado por amor. Que el Señor nos conceda la gracia de reconocer en su sacrificio fecundo por nosotros la invitación a la vida plena que germina en la solidaridad, la entrega, en el amor.

GASTAR LA VIDA Jesucristo ha dicho: "Quien quiera economizar su vida, la perderá; y quien la gaste por Mi, la recobrará en el vida eterna". Pero a nosotros nos da miedo gastar la vida, entregarla sin reservas. Un terrible instinto de conservación nos lleva hacia el egoísmo, y nos atenaza cuando queremos jugarnos la vida. Tenemos seguros por todas partes, para evitar los riesgos. Y sobre todo está la cobardía...


Señor Jesucristo, nos da miedo gastar la vida. Pero la vida Tú nos la has dado para gastarla; no se la puede economizar en estéril egoísmo. Gastar la vida es trabajar por los demás, aunque no paguen; hacer un favor al que no va a devolver; gastar la vida es lanzarse aún al fracaso, si hace falta, sin falsas prudencias; es quemar las naves en bien del prójimo. Somos antorchas que solo tenemos sentido cuando nos quemamos; solamente entonces seremos luz. Líbranos de la prudencia cobarde, la que nos hace evitar el sacrificio, y buscar la seguridad.


Gastar la vida no se hace con gestos ampulosos, y falsa teatralidad. La vida se da sencillamente, sin publicidad, como el agua de la vertiente, como la madre da el pecho al niño, como el sudor humilde del sembrador. Entrénanos, Señor, a lanzarnos a lo imposible, porque detrás de lo imposible está tu gracia y tu presencia; no podemos caer en el vacío. El futuro es un enigma, nuestro camino se interna en la niebla; pero queremos seguir dándonos, porque Tú estás esperando en la noche, con mil ojos llenos de lágrimas. Luis Espinal, sj. (Jesuita asesinado en Bolivia el 21 de marzo de 1980)

 
 
 

Comments


© 2017 por Reflexiones de Domingo. Creado con Wix.com

  • b-facebook
bottom of page