Jesús, el Buen Pastor.
- Cristian Peralta, SJ
- 21 abr 2018
- 3 Min. de lectura
Homilía 4to. Domingo de Pascua – Ciclo B
Lecturas: Hch 4, 8-12; Sal 117; 1 Jn 3, 1-2; Jn 10, 11-18
Escuchar la voz de aquella persona que amamos y que sabemos que siempre nos protegerá es una de esas experiencias que nos definen como personas y le dan sentido a nuestra existencia. Hay personas así, que nos han alimentado, cuidado, que en los momentos de felicidad y angustias se encuentra ahí y a las que podemos presentarnos auténticamente, tal cual somos, porque nos sentimos seguros de su cariño a pesar de nuestros defectos. No hay cosa más tranquilizadora en medio de un día tenso que escuchar esa voz cariñosa de quien nos comprende y no nos juzga. Tener a personas así a nuestro alrededor nos hace caminar con seguridad por la vida, creer en nosotros mismos y dar lo mejor de nosotros. Tener esa certeza de que hay alguien que siempre nos espera y nos comprende, que nos cuida y que nos ama, es un privilegio que nos sostiene en la esperanza. Jesús se identifica con esa persona para cada uno de nosotros y para ello utiliza la imagen del buen pastor, uno que está dispuesto a dar la vida por sus ovejas porque las ama y las conoce a cada una, y porque las conoce con sus defectos y virtudes, con sus historias y sus proyectos, por eso las ama y apuesta por ellas siempre. Las ovejas reconocen a su pastor por la voz. Su voz les da seguridad y confianza.

Es un privilegio tener a alguien en quien siempre podemos confiar y al que siempre podemos recurrir ante el temor y la duda, ante la angustia y el dolor, para celebrar la virtud o para rehacernos con su gracia luego de haber pecado. Uno que no juzga ni condena, sino que va en búsqueda de aquel que se desorienta y pierde el horizonte por haber cerrado su corazón a ese pastor bueno y fiel que saca lo mejor de nosotros. Jesús es radical en su discurso. Es capaz de darlo todo por los suyos, y es un amor tan tajante y gratuito que llega hasta la entrega de su propia vida, que nadie se la arrebata, es Él quien la entrega. Es un amor que no escatima en recursos ni esfuerzos, que nos busca y que se dispone a sanar nuestras heridas cuando nos enredamos en las dificultades de la vida o buscamos pastores que nos exigen salarios tan altos que nos arrebatan la existencia. Jesús está dispuesto a encontrarnos cuando nos perdemos y a alimentarnos de tal manera que no busquemos saciarnos con cosas que al final nos dejan más vacíos y sin esperanza. Si dejamos que en nuestro interior anide la certeza de que tenemos a alguien que nos ama de esta manera, entonces la fe florecerá en nuestro corazón y podremos ver con ojos nuevos la realidad propia y la de este mundo, comprometiéndonos para hacer de este mundo uno más justo y humano.
Quisiera destacar algo más, Jesús muestra en este evangelio una libertad impresionante, dice: “Nadie me la quita [la vida], sino que yo la entrego libremente”. La libertad de Jesús es una invitación a revisar en qué estamos dispuestos a gastar la vida, a jugarnos la existencia. Muchas veces nos dejamos arrebatar la vida por dinámicas que nos roban la libertad: por la búsqueda del propio interés, por la avaricia, por el egoísmo, por las metas impuestas por una sociedad consumista y excluyente, por la satisfacción de placeres que nos alejan cada vez más de lo que verdaderamente valoramos y deseamos para nosotros mismos y para los demás. Simplemente nos dejamos llevar y con ello perdemos nuestra vida; y, hay que ser honestos, la libertad sin discernimiento ni elección es simplemente una esclavitud disimulada. Debemos preguntarnos en qué deseamos gastar la vida, cuáles son los sueños y proyectos que nos conducen a ser más auténticamente humanos, a vivir de manera solidaria, justa y llenos de sentido. Nuestra vida no puede ser definida por modas ni tendencias, sino por proyectos que nos acerquen al deseo de Dios para la humanidad. Preguntémonos honestamente si hay elementos que nos están quitando la libertad para tener una vida según el deseo de Dios para cada uno de nosotros; y en qué dimensiones de nuestra existencia nuestra vida es espacio de libertad, entrega y plenitud. Que el Señor nos conceda la gracia de alimentar en nuestro corazón la certeza de su amor y ello nos conduzca a vivir en la libertad de quien desea ayudar a Jesús a construir su Reino.
Comments